3.5.06

Poemas de Miguel Angel Marín Uriol

Ciudad tallada

Ya no te pierdo nunca

amor que me tallaste al alba en los cristales
con trinos y racimos de los cielos distantes que habitamos.
Alzaste mis pasiones con luz dulce e insomne.
Sin concesión alguna a la desilusión
contemplabas mis días
junto con los rebaños
ramoneando umbrales en tus puertas.
Hace años que tu grandeza es única;
recuerdo siendo joven contemplaba el honor de tu albedrío
y sentía me ahogaba tu estancia redentora bañando con
esencia almíbares de sangre.
Sé que amaneceré, saldré de este rincón
y el olvido que hoy cubre
la placenta onerosa que siempre me arrincona
me llevará al jardín y las flores desnudas nos darán su regazo
A ti, a mi, hermano.
Hoy, ahora, tan sólo sé ofrecerte oscuras primaveras.
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Y una sóla mirada

Hoy estamos tú y yo

sentados a la mesa de nuestras circunstancias,
de nuestras renovadas ilusiones.

Esta misma mañana
estaba meditando
¿por qué poner ornatos
ni algo gratificante a nuestra entrega mística?

Somos un rayo invicto que pone luz al beso

y en esto como en tanto que somos uno sólo
siempre estamos de acuerdo ante un futuro.

Apenas ya nos vemos en las noches de plata;

cuando novios las manos eran cómplices,
las bocas laberintos y espumas del rocío.

Las luces que los pájaros bebían silenciosos

no fue una etapa más entre las vírgenes
más regresa alfombrado el tálamo nupcial.

Aquello que vivimos regalaron su fruto

a otras generaciones que aún llegan de puntillas
para no perturbar el vals de las pupilas
................................y una sóla mirada.
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Cruce de cauces

Ya estaba todo hecho cuando llegué del mar

ahogando mis sollozos cauce arriba
los días sin memoria que engendraron los vientos
de un placer al desnudo de las malvas.
Aún sin darme cuenta descubrí los colores,
el calor luminoso del pezón de una madre,
vestirme sin castigo para ocultar vergüenzas
y después el colegio a la moda de un dios;
un dios sin apellidos que siendo un niño chiquitín
las monjas lo besaban, lo adoraban
lo bañaban en pilas bautismales dando sombra al incesto.
¡Qué pena haber nacido en un siglo herrumbroso!
Llovía mezquindad ensuciando la ropa tendida de los sábados
en luces peregrinas de la gratuidad.
Un esforzado gesto, quizás de cortesía
invitaba a la mesa donde aprendí a escuchar y saber
que la persona crece, después vive
en una ciencia exacta sin falta de cultivos
como un rumiante hambriento
sin temporalidad descrita en el idilio
de la Tierra y el Sol cautivos en su estómago.
Estoy entre las flores muertas
aunque aún encante a un sueño de mercurio
por inundar las fosas de un termómetro.
Al final de la vida
quien se rinde consigo cuan Fénix reciclable
ha de encontrar belleza en sueños que no elige
porque llegué del mar y estaba todo hecho.
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Nadie sabe

Vine para no estar

llegué pero no estuve
perdí cosas muy bellas
que no sé donde estaban.

Si un nombre me dieron
aún no había venido
me llamaron Matías
como a mi abuelo el conde.

Me dijeron de pronto
que calzase con armas.
Aquel destino horrible
nunca fue de mi cuerda.

Lo primero entre monjas
fue aprender a rezar
por nada y porque sí
al ser orden del conde.

Si no he estado estuve
Si me marché lo ignoro
porque nunca pagué
mis deudas al contado.

Si el buen conde algún día
decide me traslade
díganle que aún me busco;
ni yo mismo se donde.
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Poesía:
La nada es su belleza
en el centro de un todo.

Miguel Ángel Marín Uriol tiene publicados veinte libros de poesía y una novela, así como también libros en colaboración con otros escritores. Once premios literarios, entre ellos el Isabel de Portugal y el premio Ramón J. Sender para trabajos periodísticos. Actualmente coordina la Tertulia Literaria Fuentes de la Mentira dependiente de la Biblioteca de Aragón.
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© Coordinación: Juan Carlos del Río
© Colaboraciones: Ángela Ibáñez, Ricardo Fernández y Carlos Manzano.

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