12.5.06

EL TIEMPO

©Agustín Vázquez Caruncho

......Ezugay empezó a sentir miedo. Sentía pánico de todo. Las cosas no le iban bien. La angustia, por los últimos acontecimientos, le postró en la cama. No quería levantarse. Pasaron varios días e incluso semanas. Comía lo justo y mal. La casa la tenía desordenada. Era una pocilga. Una noche se durmió.

......Estaba sentado en un tronco de bog. A su lado había alguien. Era un hombre con semblante de mujer. Estaban juntos sin hablarse. Después de un tiempo éste le empezó a decir.

......«Dale tiempo al tiempo para que las cigüeñas vuelvan a retornar a las agujas de la iglesia. Para sentir entre los pelos de tu piel las alondras oyendo su canto, y que muera en tu conciencia el calor amargo de tu sed de amor. Descubre en el reflejo de tu vida la disipación de aquellas cosas que no volvieron y que no quisieron regresar. Sueña en los albores majestuosos del alba, en las mañanas rosadas que cubren con el rocío de tu ilusión la eterna juventud del amor tardío. Que ese ocaso temprano te dé la oportunidad de otro amanecer. Aunque en los ardores de tu corazón te duela el hastío que bulle, que recorre tus venas ya hinchadas por el tiempo perdido.
Dale tiempo al tiempo. Dale tiempo...»

......El aire fresco de la noche, y la ventana abierta lo despertó. Ezugay se levantó para cerrarla —era un autómata—, después se volvió a acostar.

......«¿Sabes qué el tiempo pasa y no cesa? El tiempo va y torna. No emigra para no volver. El único tiempo que no vuelve es el de la razón: es el de la existencia. Hay otro que no tiene lógica, ni razón, porque, ese, se toca con el corazón. Que tus ojos no se resquebrajen con el dolor humano. No pienses que es una contradicción, sino es una utopía. Una lucha que no cesa a pesar de que corra el tiempo. Y esa mano que tendiste que no se enfríe en la habitación oscura y negra de tu alma. Puede ser que otra mano te ayude a sentir la vida. Ella, quizá, te satisfaga la pena y rabia de tus poemas escondidos. Valora esas cosas tan sencillas como sentir la mano ajena sin ningún interés que tender la mano. Sobre todo dale tiempo. Sabrás que es el camino para entenderte y sentirte más humano y cercano.»

......Una gaviota perdida chocó contra la ventana. Estaba tan dormido que no se sobresaltó. Ni se inmutó.

......«Que en el diálogo saborees la riqueza de oír, de escuchar lo que el otro te quiere decir. Verás como el tiempo te enseña a oír la música y no palabras manidas y truncadas. Dale tiempo al tiempo para oír su sonido sinfónico y no el desafinamiento de los sentidos que troncan con tu misterio y tu camino. Detente un momento para llorar; enjugar los ojos, el corazón, y el alma con el gran misterio de la vida. ¡Y ríe! Con esas cosas tan naturales que no tienen ninguna validez sino es con la bondad de la sencillez. Dale tiempo...

......Y muere. Porque el tiempo también muere. Muere para que otro tiempo nazca.

......Dale tiempo al tiempo. Dale tiempo a la soledad. No a esa soledad que te hunde en estiércol y abandono... Y al silencio que brota de ella durante el día y la noche. ¡Qué dualidad tan escabrosa! La luz y la oscuridad. El día y la noche. Aprende de ese tiempo.

......El día evoluciona y se convierta en noche. Y dale tiempo para que vuelva amanecer y siente tu vida como un color azul del cielo y amarillo de la tierra. Transforma el mundo. Pero primero modificas las cosas: esas que tienes que cambiar tú. Dale tiempo al olvido; al sueño; al amor; a las cosas hechas con cariño; al desayuno de la mañana; a los buenos días y a las buenas noches; al agradecimiento de las cosas bien hechas, incluso a las cosas que se hacen por error.

......Transforma la pereza del alma. Evolucionará cuando se dé cuenta que no puede vivir sola. Que la soledad cuando es una losa impuesta es la gran tumba del hombre. Estar solo no es lo mismo que sentirse solo.

......El que piensa dominar no tiene el poder. Quien se domina a asimismo ese es el más fuerte, y eso le induce al respeto.

......La amistad no es compartir las mismas opiniones. La razón no da a los amigos, pero sí ayuda a escucharlos vivamente y con paciencia.

......Pensar. El que piensa actúa. No puede estar quieto y vuelve a su jardín a podar aquellas plantas que necesitan una renovación para seguir.

......Perdonar. El perdón es de grandes personas. El olvido acallado con amor es el gran triunfador de la vida. El perdón tiene lo que se perdió una vez.., entiendes una vez..., y hasta muchas veces..., si todas las veces.... Tiene la sencillez de decir “te quiero”. Dale tiempo al presente. El pasado ya se fue y el futuro, quizá no vendrá. El presente es lo que vives y, en él sientes, como tú jardín plasma la realidad de tu vida y de tu ser.

......Que el tiempo hable en el silencio y déjalo que escuche en la algarabía, que sin esa suerte no podrás sentir lo que tú buscas: la sabiduría. Déjale aprender. El niño aprende desde el seno de su madre. Así aprende el tiempo desde el seno de su tiempo. ¡Escúchalo! Que si no lo oyes te perderás ese sonido cadencioso en tus pensamientos que fluyen como las olas del mar.

......Porque la vida es un milagro que hacemos todos los días.»

......Cuando se despertó —pensó—: «bobadas». Se levantó de la cama y se dirigió al cuarto del baño. Cuando se miró al espejo se sorprendió, porque se dio cuenta que sonreía... Se quedó fijamente mirando a la esquina que hacía el marco de la ventana con la estantería de cristal, al mismo tiempo que de reojo se ojeaba en el espejo y se dijo: “Dale tiempo al tiempo...”

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© Coordinación: Juan Carlos del Río
© Colaboraciones: Ángela Ibáñez, Ricardo Fernández y Carlos Manzano.

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